Sunday, June 21, 2009
A Father's Day Gift From Ninina
It's Father's Day. Twenty-four years ago on the 18th, my papi passed away. I think he would have liked the following story--you will, too (if you can read Spanish). Happy Father's Day to Luis and James; and to Ross (a dad in the making)!
LA LOQUITA DEL ZIG-ZAG: LA GORRA BLANCA
POR NININA MAMEYEZ
Estaba acurrucada debajo de mi cubrecama, soñando con los angelitos, cuando mi tata se apareció en el cuarto. “Niña, sal de esa cama…YA!” Me dio un pequeño pau-pau.
Salté en el aire. “OOW! Por que hiciste eso, tata? Estaba soñando de los Guantes y de los Crocrodilos; de los datiles; del desierto; de…”
“PARA, niña! Tu y tu imaginación!”
“Pero abuelito me contó todo esto.” Eché pucheros. “Todo esto es VERDAD!”
“La verdad, Ninina, es que tus papis te quieren llevar al restaurante de los tenientes. VEN—a la ducha contigo! Mira: te tengo tu vestidito azul y blanco…”
Ahora si que salí de la cama como un relámpago. “Al restaurante de los tenientes? YIPPEE! Me puedo poner la gorra de papi, tata? Si?”
Tata se sonrió. “Bueno, le tendrás que preguntar a tu papi. Al baño contigo!”
Cuando me bañe y me vestí, me reuní con mami y papi. Papi estaba vestido en su uniforme de capitán. Estaba al ponerse su gorra, cuando le pedí, “Por favor, papi! Por favor?” y extendí a mi manita.
Papi se sonrió y me la entrego. “Pero cuando lleguemos al restaurante de los tenientes, me la vas a tener que entregar. De acuerdo?” Guiño.
Yo me sonríe, y guiñe. Mami me miro de reojos. “Te bañaste, hijita?”
“Si, mami, solita!” Me sonreí hasta más.
“Y te vestiste a ti mismo, también?”
“Si, mami! Pregúntale a tata.” La indique con mi dedito. “Si, tata?”
Ella miro a mami, y le dijo, “Si, señora. La niña ya sabe bañarse y vestirse solita.”
Mami nos miro, un poco sospechosa. “Pues. Bien.” Se sonrió con esa sonrisa chiquitica de ella, cuando casi no se les ven los dientes. Después se asomo en la puerta, y dijo, “Chino! Es tiempo de irnos!”
Volé pa’fuera, con la gorra de papi encima de mi cabeza. Casi ni podía ver en frente de mí.
“Ten cuidado, Ninina!” me dijeron mami y papi a la misma vez, saliendo de la casa detrás de mi. Nos metimos en la maquina, y Chino nos llevo al restaurante de los tenientes.
Cuando llegamos, estaba al punto de salir volando otra vez de la maquina, cuando papi me paro: “La gorra, nene.” Guiño. “Verdad?” Se la entregue. Que lindo luce papi en su uniforme de capitán, con su gorra! Hasta mami se sonrió (y esta vez se le vieron los dientes). Mano en mano, entramos al restaurante de los tenientes.
Todos los tenientes empezaron a saludar a papi con mucho respeto. “Buenas tardes, Capitán.” Papi los saludo de vuelta. Entramos a la sala de comer. Estábamos al punto de sentarnos, cuando uno de los tenientes se acerco a papi, lo saludo, y le dijo: “Capitán, El Colonel Yambien va a llegar pronto. Tiene muchas ganas de conocerlo!”
Papi por poquito hizo una mueca: yo lo conozco. Pero no dijo nada, aparte de: “Pues, cuando llegue, preséntemelo, por favor. A mi; mi señora; y mi hija.” El teniente se despidió; nos sentamos; y un mozo nos entrego menús.
“Que quieres comer, Ninina?” me pregunto mami.
“Helado. Helado de vainilla; y arroz. Arroz blanco. Como mi vestido. Como (mire a papi) la gorra de papi!”
Mami suspiro. “Ay, que se puede hacer con esta niña? Es de tan mal comer…”
Papi me miro; se sonrió un poco.” “Déjala, Ani. Yo pediré tres muslos de pollo con plátanos maduros; arroz amarillo, y frijoles negros. Vas a ver como La Ninina va a querer un muslito, y frijoles negros, para acompañar a ese arroz blanco…”
Mami se horrorizo. “Y no vas a pedir a una ensalada, Epi? Eso es lo que debe de estar comiendo nuestra hija. Y una sopa—no, un potaje, también.” Señaló para que se aparezca el mozo. “Señor! Yo quisiera un potaje de garbanzos (hice una mueca: yo odio a los garbanzos!) y una ensalada de lechuga y tomate. La niña quiere (me miro con desapruebo) arroz blanco, y un helado de vainilla mas tarde. Y tráigame dos platos, por favor.” Miro a papi. “Epi?”
El mozo se dirigió a papi; casi lo saludo. “Y Usted, Capitán?”
Papi estaba al punto de ordenar a sus muslos, sus plátanos, su arroz, y sus frijoles cuando se apareció El Colonel Yambien en la puerta del restaurante. Tenía a una gorra negra; también tenía a una barba negra. El mozo se desapareció; parecía estar asustado. El teniente quien había hablado con papi más temprano lo estaba acompañando. Miro a papi directamente. Papi se levanto; cruzo al restaurante; saludo al Colonel; y le dijo en una voz muy baja: “Buenas tardes, Colonel.”
“Pues, buenas tardes, Capitán!” Le dio su mano; papi pensó un segundo—yo lo conozco—pero se la tuvo que dar. Nos vio a nosotras. “Parece que están de fiesta, Ud., y su familia, este domingo. Presénteme a su señora y a su hija.” Fue una orden.
Papi y el Colonel se acercaron. Mami y papi se miraron brevemente; mami me miro a mí; y yo mire a papi. Mire a su gorra blanca, y supe lo que tenia que hacer.
Corrí hacia papi, y lo abrasé. Solamente después que me deje mirar al Colonel.
El se sonrió. Sus dientes no eran lindos, como los de mi papi. (Y los de mami, aunque ella se queja mucho del espacio entre sus dos dientes de frente.) Y no olía bien, tampoco. Pero sabía que me tenía que comportar bien.
“Que niñita tan graciosa! Como tu te llamas?”
“Ninina,” casi me salio. “Ninina.”
“Pues, Ninina”—y cuando me toco ligeramente encima de mi cabeza, me quede muy quietecita—“me alegro mucho en conocerte. Y a Ud., también, señora.” Mami no tuvo remedio: le tuvo que dar la mano. Nos saludo; se viro; lo estaban esperando en otro salón.
Cuando se había ido, el mozo volvió a la mesa. “Capitán?”
“Por favor tráigame cuatro muslos de pollo, plátanos fritos, arroz amarillo, frijoles negros, una ensalada de lechuga y tomate, y—si—una sopa de pollo, con muchos fideos (a mi me gusta mucho la sopa de pollo: especialmente, todos esos fideos!). Y dos platos, por favor.”
El mozo se fue; pronto nos trajo la comida; y mami y papi compartieron conmigo. Hasta probé a los garbanzos (pero todavía no me gustaron tanto). Al fin del almuerzo, papi señalo al mozo.
“Si, Capitán?”
“Es tiempo para el helado de vainilla.”
“Si, Capitán! Por supuesto, para la niña…”
“Y (papi miro a mami; ella señalo que estaba de acuerdo) para nosotros, también.”
Me sonreí. Se me podían ver a todos los dientes!
Cuando Chino se apareció en frente del restaurante, volé hacia la maquina. El momento en que me encarame, mire a papi. Me entrego su gorra. Cuando llegamos a la casa, salimos de la maquina, mano en mano. Otra vez casi ni podía ver en frente de mí, pero no temía: estaba con mi mami y mi papi.
Ningún Colonel Barbabudo—o Yambien—se iba a acercar a mí. Más nunca.
Es propiedad de Georgina Marrero, 2008 1159 palabras
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